Si me lo permiten…
¿A quién no le respondieron cuando era un niño: “las matemáticas son necesarias para que no te engañen de mayor”? ¡Y qué razón tenían!
Bajabas tú solo a la tienda de barrio y con trescientas pesetas, a ochenta la docena de huevos, ciento veinte de la carne, cuarenta el pan y dos duros en chicles, ¡sabías que te sobraban cincuenta “perrillas”! Todo cuadraba, cabal, cabal. Sin trampa ni cartón.
En los tiempos que corren, sumergidos en el euro, la globalización, el libre mercado, los “redondeos interesados” y demás progresos que nos convienen “a todos”, las cuentas suelen concordar más bien poco. Si la banca te presta «cinco» para permitirte el “lujo” de vivir bajo un techo y poder formar una familia porque has tenido el capricho de engendrar y, por lo tanto, perpetuar la especie; resultado: devolvemos los cinco, más tres de intereses, dos que no esperaba porque algo que llaman “Euribor” (Euro Interbank Offered Rate) subió. Sumaremos uno más a nuestra deuda por la letra pequeña que no leímos (más que por pereza, porque el tipo de la sucursal, muy majo por cierto, procedió a un resumen verbal muy elocuente).
Con el tiempo, te sorprende la idea de que tu “cabaña” por circunstancias de la oferta y la demanda (modificada por un pinchazo de una burbuja, que por lo visto llegó a su límite), ahora, con mucha suerte podrías venderla por tres para poder afrontar gastos ya que te quedaste sin empleo. ¡Puedes perder tu hogar, y para más inri, continuar debiéndole dinero al imperio del capital representado por aquel tipo tan simpático que terminó por convencernos!
Antiguamente “en mi pueblo”, el adinerado teníamos claro quién era: un tipo que a base de esfuerzo, dedicación y un aderezo de suerte, conseguía ser propietario de una vacada de unos treinta o cuarenta individuos ganando dinero de un modo decente con la venta de leche.
En el “avanzado” sistema económico que nos envuelve perdemos la pista. ¿Será el que gobierna quién amasa millones?, ¿tal vez el internauta de enfrente?, ¿o más bien un gran innovador de diseño de productos para el ensalzamiento del mentón en rostros sin equilibrio propios de un deterioro causado por una postura incorrecta al dormir boca abajo y con la boca abierta?
Lo que está claro, es que el dinero se “gana” a esportones en el parqué, en las operaciones de dudosa legalidad, en la especulación de lo ya especulado, y de lo que especulará el que bien especulare. Simplemente, se traduce en fortunas abstractas, ficticias, a la vez que masivas y sin apenas esfuerzo por obtenerlas, que afectan brutalmente a la gran mayoría de los moradores del planeta idóneo para albergar vida humana (que no significa que la vida humana albergue la idoneidad para el planeta).
Afinando en lo que nos ocupa, considero que la escuela actual, incluso desde la primaria, debería introducir la asignatura de Educación Financiera (de carácter siempre preventivo y «protector»). No es completo, desde mi más humilde opinión, que llegados a este extremo de la línea de la “prosperidad económica mundial”, unas matemáticas mondas y lirondas pretendan ofrecer respuesta futura a la autonomía eficaz en el manejo de unas cuentas, tanto domésticas como profesionales, que suponemos, serán maniobradas de forma correcta y favorable para el bolsillo de nuestros futuros “economistas por imperativo circunstancial».
En Reino Unido, así como en Holanda, República Checa, Australia, Nueva Zelanda, EE UU, Brasil y Canadá, parece ser, que ya ha sido incluida la asignatura en el currículo académico, ¡tomemos ejemplo pues! No comprendo entonces el motivo por el que no aparece ninguna mención al respecto en el anteproyecto de la nueva ley educativa; aunque sí lo hace, de forma fría y poco clara, a una economía de bancos sin valores. ¿Rondarán intereses para mirar hacia otro lado? Seamos «bien pensados».
En conclusión: a un niño debemos posibilitarle, dentro y fuera de la escuela, la preparación y formación indispensables (evitando además el analfabetismo financiero), con el objetivo de saber afrontar problemas, hacer balance, de tomar las decisiones más correctas y, finalmente, salir lo más airoso posible de cualquier situación adversa que se le presente en un futuro no tan remoto.
Y ya saben: qué será mi hijo de mayor también depende de nuestra implicación.
«La primera te la paso; la segunda, no me la permito»
Publicado por: Iñaki Fernández Suárez
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